¿Cómo se originaron exactamente?
Aunque el nombre del inventor sigue siendo un misterio, los primeros registros de anteojos datan del siglo XIII en el norte de Italia. Los arqueólogos también han descubierto pruebas de protoanteojos en el antiguo Egipto y Grecia, mientras que en los conventos medievales se empleaban lupas conocidas como "cristales para leer".
¿Cuál era su diseño inicial?
Estos primeros anteojos consistían en un par de cristales convexos bastante rudimentarios, diseñados principalmente para corregir la presbicia. Con el tiempo, en Florencia, aparecieron cristales para tratar la miopía. Inicialmente fabricados en vidrio, con el paso de los años, su forma evolucionó de redonda a ovalada y rectangular.
Un hito significativo llegó en 1760, cuando Benjamin Franklin creó el primer prototipo de lente bifocal, permitiendo la visión tanto de lejos como de cerca. Sin embargo, pasarían 100 años antes de que estos pudieran producirse a gran escala.
¿Y qué hay de los armazones?
Los primeros anteojos consistían en dos aros de metal con pequeños mangos, que más tarde evolucionaron a dos aros conectados por un puente nasal. Inicialmente hechos de hierro, se experimentó con materiales como madera, cuero, cobre y nácar. Fue en el siglo XVIII cuando el inglés Edgard Scarlett introdujo las patillas para sostener los anteojos sobre las orejas.
A lo largo del siglo XX, se han introducido nuevos materiales y diseños para los armazones, incluyendo una amplia gama de plásticos y metales. Se ha perfeccionado el montaje de los cristales, utilizando hilos metálicos casi invisibles, y se han creado lentes especializados para diversas actividades y necesidades diarias.
Esta evolución demuestra cómo los anteojos han pasado de ser una necesidad funcional a una expresión de moda y comodidad visual en constante evolución.